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Ok me voy a deprimir, no sale nada

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Nada

Nada D:

:**saludar**: :(beso):

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Nada

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buscaba blood moon para una chica que lo pidiò en la biblio de LC

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escribia el MP global

Nada

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estaba poniendo medallitas en PR

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[/color] poniendo un código que faltaba.

Nada

Quinn se despertó de una sacudida. Las sábanas estaban mojadas de sudor y estaba tan duro como una roca, su corazón martillando.
Parpadeó, pedacitos de su sueño persistiendo en su mente.
¿De qué iba todo esto?
Pero lo sabía. El sueño había sio un lío enredado de recuerdos y fantasías. Estos momentos robados de la parte superior del vestíbulo hoy se injertaron con esta noche de hace seis años cuando él y Amy se habían emborrachado antes de su boda. Inútil decir que Amy no se había desvestido para él esa noche. Habían nadado, seguro, pero ella había saltado en el lago en sus vaqueros cortos y camiseta de tirantes. Y seguro que él nunca había intentado tocarla.
Pateó fuera la sábana, intentando enfriar su cuerpo.
Tenía treinta, no catorce. Había largamente pasado la edad cuando los sueños cachondos eran triviales. Especialmente sobre su mejor amiga.
Gradualmente su cuerpo disminuyó la velocidad. No entendía lo que estaba pasando, porque de repente estaba pensando en Amy de esta manera. No era como si no hubiera dormido con nadie más desde que había roto con Lisa. Infiernos, por un tiempo había sido realmente un candidado para el puesto de puto del año. No había ninguna buena razón por la que estuviera teniendo estos pensamientos acerca de Amy.
Rodó fuera de la cama e alcanzó su ropa. Cinco minutos más tarde estaba afuera, las manos profundamente en sus bolsillos, los hombros encorvados mientras caminaba hacia arriba por la calle.
Niebla había llegado con la noche y las farolas destacaban como pequeños, brillantes fanales en la oscuridad. Caminó hasta la droguería, luego dio una vuelta al lago. Se sentía como el último hombre en la tierra, absolutamente solo.
Las luces estaban encendidas en la panadería cuando caminó por Vicent Street, vapor condensándose sobre las ventanas. Se preguntó qué hora sería. ¿Tres? ¿Cuatro? Estaba por volverse para regresar a su apartamento cuanso algo destelló en su visión periferica. Se detuvo y miró a través de la calle al Grand. Las puertas principales estaban oscuras. Como debían de estar,
No obstante, había visto algo.
Sacó su celular de su bolsillo trasero. Estaba a punto de marcar el número de las emergencias cuando se le ocurrió que tal vez era Amy la que estaba adentro. Tal vez, como él, no había sido capaz de dormir.
Se sacudió y giró en el callejón que corría paralelo al lado del teatro. Cuando alcanzó la esquina, bajó la velocidad e aplanó su espalda a la pared. Si realmente Amy estaba adentro, iba a sentirse como un enorme matón jugando a Starsky e Hutch ahí afuera en el medio de la noche.
Se movió con cuidado alrededor de la esquina y vio de inmediato que la puerta trasera había sido golpeada para entrar. El candado que había instalado cuando habían regresado del viaje por suministros había rasgado un considerable pedazo del marco de la puerta antes de ceder. Quien fuese que estaba adentro, lo habían querido y habían tenido éxito.
Se escabulló de nuevo al callejón y llamó a emergencias.
—Por favor declare el nombre del servicio de emergencia requerido —dijo el operador en su oído.
—Policía.
—Lo estoy conectando ahora, señor. Por favor siga en línea.
Hubo un clic, luego una corta pausa. Quinn utilizó este momento para reunir juntos sus pensamientos. Un hombre vino en línea.
—Policía de Victoria. ¿Cuál es su emergencia?
—Mi nombre es Quinn Whitfield. Estoy afuera del Gran Picture Theatre en Daylesford. Alguien ha interrumpido en el edificio. Aún están adentro. Necesito que hagas llegar la policía local aquí.
—Por favor siga en línea mientras advierto la policía loca, señor.
Quinn esperó por largos momentos, su mente flotando. No había manera que los policías llegasen en otros diez minutos. Alguien con el propósito de destruir podía hacer mucho daño en este tiempo.
Giró cuidadosamente la esquina de nuevo e agachó la cabeza en la entrada abierta. Era negro como el carbón, lo que significaba que la puerta en la otra salida debía de estar cerrada. Titubeó un momento, luego tomó una decisión. Este era el sueño de Amy. De ninguna manera iba a estar parado sin hacer nada mientras venía destrozado.
Terminó la llamada y deslizó el celular en el bolsillo, entonces se movió por el pasillo lo más silenciosamente posible.
Podía sentir su corazón martillando como un tambor en su pecho. Habían pasado años desde que había peleado, pero imaginaba que aún sabía como herir alguien si tenía que hacerlo.
Su mano tendida tocó la superficie. Encontró la manija. Tomó un profundo respiro. Abrió de un tirón la puerta.
—¡Oi! ¿Qué diablos piensan que están haciendo aquí? —bramó con plenos pulmones.
Dos rayos de luz oscilaron hacia él, cegándolo, luego de repente estaba oscuro. Quinn parpadeó furiosamente, intentando forzar sus ojos a adaptarse. Oyó arrastre de pasos y se preparó. Estaba parado delante de la única salida visible; si querían salir, tendrían que pasarlo.
Cuadró los hombros. Todo lo que tenía que hacer era mantener a estos chicos ocupados hasta que apareciera la policía. Cinco, seis minutos como máximo.
Una oscura silueta vino hacia él. Dejó caer el hombro y dio una estocada hacia delante, apuntando al plexo solar. Algo duro lo golpeó en el pecho —la linterna tal vez— luego estaba tendido al suelo luchando con alguien quien se sentía un infierno más grande y pesado que él. Su puño conectó con una mandíbula. Tomó un golpe en el estómago, otro al cuello. Jadeó por aire, agarró un puñado de pelo grasiento con una mano y un puñado de ropa con la otra e intentó forzar su asaltante en su espalda.
Dolor explotó en su lado y se asustó. Una patada. ¿Cómo? Otro golpe cayó sobre sus costillas. Entonces entendió que un segundo chico se había unido al combate. Dejó ir su agarre en el primer tipo, empujándolo atrás. Intentó empujarse sobre sus pies y se paró derecho por un puño balanceado. Voló atrás, su cabeza golpeando la pared. Desorientado y a falta de aliento, luchó por quedarse en pie
Una sirena rasgó la noche, luego un destello de azul azotó a través mientras un coche de la policía se apresurababa al frente del cine,
—¡Policías! ¡Vamos! ¡Vamos! —gritó alguien.
Pasos sonaron en el pasillo hasta la salida trasera. Quinn empezó a it detrás de ellos. Mareo lo golpeó mientras estaba a la mitad del pasillo. Flaqueó sobre sus pies. Debió de haberse golpeado l acabeza más fuerte de lo que pensaba. Encontró la pared con la mano extendida. El mundo aún iba en circulos. Puso su espalda a la pared y se deslizó hasta que su trasero golpeó el piso.
Mejor. El mundo estaba más estable desde aquí abajo.
Su mandibula se sentía como si hubiera sido golpeada con un martillo. Algo goteó abajo sobre su cara. Tomó un poco con sus dedos.
Pasos se arrastraron en el pasillo. Abrió los ojos justo cuando una luz brillante lo encontraba. Retrocedió ante la brillantez.
—¡Policia! Quédate donde estás y pon las manos sobre tu cabeza.
—Mi nombre es Quinn Whitfield —dijo—. Soy el que los llamó. —Aún así, puso las manos sobre su cabeza.
Le tomó cinco minutos contar la historia. El policía esperó hasta que obtuvo la confirmación de su radio antes de relajar su postura de vigilancia.
—¿Necesitas que llame una ambulancia? Parece que estás sangrando —dijo el policía, poniendo el haz de luz sobre la cara de Quinn.
—Estoy bien.
—Debiste esperar a que llegaramos. Fue estúpido entrar solo.
Quinn tocó su mandibula dolorida. Dime algo que no sepa, amigo.
La radio del policiá llegó a la vida con un crack. Quinn se esforzó por entender lo que estaban diciendo pero estaba demasiado ilegible.
—¿Los atrapaste? —preguntó Quinn.
El policía sacudió la cabeza, pareciendo tan decepcionado como Quinn. —Aún estamos buscando.
El policía dirigió el haz de luz al pasillo hasta el cine.
—¿Hay mucho daño adentro?
Quinn apuntaló su brazo a la pared y se tiró de pie.
—No lo sé.
El policía se dirigió adelante, su poderosa linterna eléctrica cortando la oscuridad. Quinn estaba lo bastante cerca para oírlo jurar suavemente cuando entró en el cine.
Quinn se paró en la puerta, sin palabras. Más de la mitad de las vajas de primera y capa superior que habían llevado había sido abierta y descuartizada. Pintura blanca estaba esparcida por el piso en una amplia piscina, inexorable y espesa. Dos de los candelabros habían sido extirpados de la pared y colgaban de su alabrado, el vidrio hecho añicos en el piso. Feas escritas se extendían por las paredes en una vivida pintura roja.
Amy iba a enloquecer cuando lo viera.
Excavó en su bolsillo buscando el teléfono. Milagrosamente, aún estaba de una pieza, aunque con una grieta a través de la pantalla.
Si había una manera de arreglar esto, házlo desaparecer antes que Amy tenga que verlo, lo haría. Pero no podía, y ella necesitaba saber.
—¿Quinn? ¿Qué hora es? —preguntó una voz soñolienta.
Podía imaginar su pelo despeinado, la cara suave por el sueño. Se frotó el puente de su nariz, odiando ser el anunciador de mala noticias.
—Ames, ha habido un allanamiento al Grand. Estoy aquí con los policías, y hay una tonelada de pintura húmeda en el piso que necesitamos limpiar de algún modo.
Hubo un breve silencio. —Estaré allí en cinco minutos.

jaja el capi de HBF

No sale nada

 
Amy sonrió.
―Voy a ser rápida, lo prometo. Sólo quería que todos supieran lo mucho que aprecio todo lo que han hecho por mí y el Grand esta noche. Esto podría haber sido un desastre, un enorme revés, pero todos han contribuido a convertirlo en un pequeño hipo. Este ha sido mi sueño desde que tenía diez años, y siempre recordaré la amabilidad y la generosidad que han mostrado a mí esta noche. Desde el fondo de mi corazón, gracias.
―Películas gratis para toda la vida ―Eric gritó con una sonrisa descarada.
Amy lo señaló con el dedo.
―Listo. Considérense todos clientes del Grand.
Una pequeña ovación. Quinn se unió a ella cuando los demás rodearon la mesa de juego.
―Buen discurso.
―Gracias.
―Probablemente debería haber corrido la cosa de películas-gratis-de-por-vida más allá de tu asesor legal primero.
―Puedo vivir con eso.
―Bastante generoso.
Ella lo miró. Él la miraba con ojos cálidos.
―¿Te he dicho últimamente que eres una roca, Amy Parker?
Como siempre, la aprobación la calentó.
―¿Este es la lesión en la cabeza  hablando o la fatiga?
―Las dos cosas.
―Eso es lo que pensé. Así que ahora que ahora que has demostrado que eres tanto indestructible e infatigable, ¿crees que podría ser capaz de convencerte de salir ahora?
Mantuvo su tono ligero, pero era gris con cansancio. Ella quería que descansara. Idealmente ella quería ponerlo personalmente en la cama y mimarlo hasta que hubiera demostrado a sí misma que estaba bien. Dado que nunca iba a suceder, ella se conformaría con mandándole a casa.
―Yo podría ser persuadido para tomar una ducha y un par de horas. Pero sólo si me prometes dar por terminado el día, también  ―dijo.
―Lo que hago y lo que haces son dos cosas totalmente diferentes.
Negó con la cabeza.
―Uh-uh. No descansaré hasta que descanses.
―Tan caballeroso. Definitivamente debe ser la herida en la cabeza. Pero si eso es lo que se necesita para que te comportes como una persona sensible, que así sea.
Quinn sonrió con cansancio.
―Entonces, usted tiene un trato, Parker.
Media hora más tarde, su equipo de rescate había ido por caminos separados y el cerrajero había llegado y comenzado a instalar un nuevo marco de puerta blindada y una puerta de seguridad. Agarró a Quinn por el brazo y lo arrastró hacia la puerta principal.
―Ve a dormir un poco ―le dijo al llegar a la acera. Ella le dio un empujón en la espalda que le enviara en su camino.
Dio un paso antes de girar.
―Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?
Amy no estaba escuchando. Estaba demasiado ocupada mirando por encima del hombro al hombre en el traje caro saliendo de un Mercedes último modelo al otro lado de la calle. Él estaba cuidadosamente no mirando en su camino, pero ella podía apostar su último centavo que Barry Ulrich había venido hasta aquí para regodearse y admirar su obra.
Quinn volvió para seguir su línea de visión. Ella dio un paso hacia la acera. Su mano salió disparada para agarrar el antebrazo de ella.
―No.
Ella apartó la mirada de Ulrich para mirar a Quinn.
―Sólo quiero que sepa que no estoy a punto de huir con el rabo entre las piernas.
―Ya oíste lo que dijo la policía. Sin pruebas que vinculen directamente a Ulrich a los hombres que irrumpieron en el Grand, no tenemos nada más que las sospechas. Y no hace falta que te diga que la sospecha significa postal en un tribunal de justicia.
―¿Entonces se sale con la suya?
―No necesariamente. Tenemos que esperar y ver. Y, mientras tanto, no se puede decir nada. Quiero que me prometas que no lo harás.
Ella trató de sacar su brazo de su agarre, pero él era demasiado fuerte.
―¿Podrías dejarme ir, por favor? ―dijo con los dientes apretados.
―No hasta que me prometas que me dejarás manejar esto.
―Lo creas o no, antes de venir volando a la ciudad con tu capa ondeando, me las arreglé bien por mi cuenta. No necesito una niñera, y ciertamente no necesito un guardián.
―Está bien ―la dejó ir, pero no se alejó―. Para que lo sepas, a tipos como Ulrich les encanta una pelea. Tómalo a él, él lo usará contra ti y te lo volverá diez veces más difícil.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
―Así que debería encogerme en la esquina y agradecer a mi buena estrella que no se estalló el Grand en fuego. ¿Es eso lo que estás sugiriendo?
―Juega de manera inteligente. Sé paciente. Deja que la policía investigue.
Sabía que él tenía razón. Ella no tendría nada más que la satisfacción de tener una oportunidad de Ulrich. Pero aún así...
Ella dejó escapar el aliento en un suspiro ruidoso.
―Está bien. Bien. Tú ganas. Prometo no decirle nada.
Sabía que sonaba como un niño enfurruñado pero la mirada apretada alrededor de la boca de Quinn se relajó.
―Una buena elección.
Ella puso los ojos en blanco.
―Ahórrate tu aprobación, Sir Galahad*. Y buenas noches.
*Sir Galahad: es un caballero de la Mesa Redonda del Rey Arturo y uno de los tres que alcanzaron el Grial en las leyendas artúricas.
Se dirigió de nuevo al Grand, dejándolo de pie en la acera. Sabía que estaba descargando su temperamento en la persona equivocada, pero odiaba la idea de que Ulrich podría salirse con la suya.
No fue hasta que ella cerró las puertas detrás de ella y se deslizó más allá de la cerrajería que recordó que había prometido llevar la bandeja a la panadería después de que hubiera terminado con ella.
―Maldita sea.
Suspirando, ella giró sobre sus talones. Había un solo panecillo solitario y tomó un bocado de él mientras cruzaba la calle, la bandeja en la mano. Manzana y canela. No era su favorito, pero lo haría.
Los chicos de la panadería estaban ocupados con la prisa de la mañana y dejó la bandeja sobre la mesa después de hacer contacto visual con uno de ellos y pronunciando su agradecimiento. Una gran ola de cansancio se apoderó de ella cuando se volvió para irse. Tenía que dormir un poco.
Vio  a Ulrich en el momento en que se subió a la acera. Estaba de pie a pocos pasos de distancia con un hombre que reconoció como su capataz. Se enfrentaban al Grand y Ulrich estaba dibujando figuras en el aire con las manos, apuntando a las ventanas, la línea del techo. Su capataz estaba tomando notas en un cuaderno, asintiendo con la cabeza.
Como si Ulrich poseyera el Grand y su capataz estaba haciendo planes para llevar la visión de Ulrich a la vida.
No. Jodiendo. Probablemente.
No en su vida.
La ira nace de la indignación y el miedo se alzó en su interior. No se detuvo a pensar, simplemente cruzó para bloquear su visión.
―¿Qué crees que estás haciendo? ―preguntó.
Barry se quedó perplejo por unos segundos, y luego una condescendiente sonrisa curvó sus labios.
―Sra. Parker. Permítame ofrecer mis condolencias. He oído que ha tenido un poco de un momento difícil durante la noche.
Ella entrecerró los ojos.
―Sí, y no te creas que no sé quién es el responsable de eso, idiota.
La sonrisa desapareció del rostro de Ulrich. Sus pálidos ojos azules se endurecieron.
―Sé que usted no está familiarizada con las empresas y la forma en que los profesionales por lo general se comportan, por lo que le voy a dar un consejo,  Sra. Parker. Cuide su boca.
―¿Por qué, imbécil? Porque si no lo hago usted contratará a alguien para cometer actos de vandalismo al Grand? ¿Es eso lo que estás diciendo, idiota?
Las fosas nasales de Ulrich se encendieron.
―Yo tendría mucho cuidado qué tipo de acusaciones tiro si fuera tú.
―Si yo fuera usted, me gustaría recordar quién es dueño del Grand. Idiota.
De repente Ulrich estaba en su rostro, respirando su mal aliento café a en ella, tan cerca que podía ver dónde se habían perdido unos bigotes cuando se afeitaba esta mañana.
―Escuche, niñita. No necesito más que mover un dedo para asegurarme de que fracase porque va a hacer eso por su cuenta. Si tuviera dos dedos de frente, habría tomado a mi oferta, mientras que tuvo la oportunidad. Ahora va a perder todo. Casi siento pena por usted.
La miró a los ojos durante un largo momento, y luego se alejó.
―Vamos, Brian ―dijo a su capataz, ni siquiera miró al otro hombre mientras se alejaba.
Le temblaban las manos. No servía pretender que no lo eran. Barry Ulrich fue un miedo, bastardo enojón. Lo vio alejarse, sintiéndose muy pequeña e impotente y vulnerable.
―¡Hey, Barry! ―le gritó.
Echó un vistazo por encima del hombro con impaciencia. Amy enrolló hacia atrás su brazo, apuntó y tiró en un movimiento suave. La magdalena le golpeó el punto muerto de la frente antes de derrumbarse en la parte delantera de su traje caro.
Él parpadeó, con la boca abierta, completamente aturdido. Una marea de colores carmesí se arrojó al cuello y la cara. Ella hizo un gran espectáculo de espolvoreo con las manos y dio la espalda a él. A pesar de la valentía que su corazón estaba golpeando contra sus costillas.
Mierda.
Se veía tan enojado. Casi psicótico.
Cruzó la calle hasta el Grand, resistiendo el impulso de echar a correr, esperando sentir una mano en el hombro a cada paso.
Ella había agarrado al tigre por la cola y le había dado un gran y duro tirón y en cualquier momento el tigre iba a saltar sobre ella y arrancarle la cabeza.
No fue hasta que estuvo en el Grand y con las puertas cerradas que se sentía lo suficientemente segura para mirar al otro lado de la calle.
Ulrich estaba hablando por teléfono. Una mano se sacudió las migas del panecillo de la parte delantera de su traje mientras hablaba, sus ojos muertos, planos fijos en ella.
La realidad de lo que había hecho la hundió.
Quinn iba a matarla.
No fue hasta que regresó al apartamento que Quinn recordó que había planeado para esa mañana e ir a casa de sus padres. Estaba tan cansado que durante unos minutos se contempló la reserva para otra noche sólo para poder arrastrarse directamente a la cama. Luego se dijo a sí mismo “hombre arriba” y se fue a su habitación para hacer las maletas. No pasó mucho tiempo y dentro de los quince minutos estaba en la recepción para entregar su tarjeta de crédito.
Olores familiares se abalanzaron sobre él cuando abrió la puerta de su antigua casa familiar. Popurrí de su madre en casa, tabaco de pipa de su padre, cera para muebles. El lugar estaba oscuro y él dejó su maleta en el pasillo y dio una vuelta rápida a la casa, abriendo las cortinas y persianas a su paso. Abrió su antigua puerta de la habitación y se detuvo en el umbral mirando a su cama y las diversas películas y carteles de los deportes que cubrían sus paredes.
Hola, 1997.
Se acercó a la ventana y corrió las cortinas a lo ancho. Afuera, el seto desordenado todavía luchaba para crear una barrera de intimidad entre esta casa y los Parker de al lado. Miró a la ventana del dormitorio antiguo de Amy, enfrente.
Casi había hecho algo realmente estúpido hoy. Si Amy no se hubiera dado un paso atrás cuando ella lo hizo...
Abrió la ventana y dio al marco un golpe con el puño cerrado antes de intentar empujarlo hacia arriba. Se atascó por un momento, luego dio en un apuro. El aire frío fluyó en la habitación mientras empujaba la ventana para que se abriera completamente.
Respiró el olor de la tierra húmeda y las cosas verdes. Tal vez...  esta cosa que tenía por Amy fue una reacción a estar en casa de nuevo después de todos estos años. Una forma de clasificación X de la nostalgia.
O tal vez nunca había superado la aglomeración que había tenido hace tantos años, y no fue hasta ahora que él estaba haciendo un divorcio que se permitió a sí mismo reconocer la atracción de nuevo.
O tal vez simplemente necesitaba tomar una buena noche de sueño y despertar con una perspectiva muy necesaria. Porque al final del día, si todo se redujo a una batalla entre la lujuria a corto plazo y una amistad a largo plazo, la amistad era el ganador cada vez. ¿Cierto?
¿Cierto?
Regresó a la sala de entrada para obtener su bolsa y luego cogió unas hojas del armario de la sala para hacer su cama. No había dormido en una cama individual desde que se fue de casa. No tenía ganas de volver a vivir la experiencia.
Se tomó unos minutos para examinar sus heridas en el espejo del baño antes de ducharse. La contusión en su cara no era tan mala como pensaba y mientras sus costillas estaban adoloridas,  no eran demasiado dolorosas. No estaban rotas, entonces, pensó.
Se duchó rápidamente, luego caminó desnudo de nuevo en su antiguo dormitorio. Su cama se hundía en el medio, ya que subió peso. Él rodó sobre su costado y cerró los ojos.
Unas pocas horas de cerrar los ojos y el mundo se enderezaría.
Una gran teoría, pero a medida que se desvió hacia el sueño, las imágenes del día se metieron en su mente sin vigilancia. Vio los ojos de Amy mirando a la suyos, llenos de confianza y preocupación. Olió su aroma cálido y suave. Recordó el rosa de sus pezones. Sintió de nuevo la presión de sus manos sobre su cuerpo.
El problema de desear a alguien que había conocido durante años fue que era difícil separar los deseos de la afición y el amor que siempre había estado allí.

Se esforzó por recordar por qué era tan malo cuando el sueño finalmente se lo llevó.